Decálogo de las perversiones. VIII.
Cuento VIII.
Las palabras no se las lleva
el viento, permanecen escondidas en los oídos, siempre esperan recuperar su
condición de verdad, él lo sabe muy bien. Todos en algún momento deberíamos
quedarnos sin orejas para escuchar lo que realmente quiere el corazón. Para él
es importante recuperar la calma antes de empezar a maldecir. No pudo hablar,
no pudo decir lo que quería, no sabía de la trampa que le jugaron y escogieron
el peor momento para tenderlo en ella. Él camina ahora rumbo al tren, lleva las
manos en las bolsas del pantalón. Aprieta la mandíbula, la muerde de la
impotencia y la rabia. –No eres un gusano - se repite- tú no eres un gusano, mi
amor - Piensa que ella se equivoca, que su defensa es creerse mala, no sabe que
las circunstancias la obligan siempre porque nunca ha encontrado el valor de
mandar a la chingada lo que la daña y embarcarse en un crucero a la luna. Las
palabras no se van, se quedan, se quedan como agujeros en el corazón. Él sabe
que ella se dejó guiar por sus miedos, que no encuentra el valor porque tiene
un ancla hermosa que jamás tiraría para moverse en la marea. Trata de calmarse
mientras camina, una de sus manos juega con el encendedor que lleva en la
bolsa. “¿Por qué no llama?” se repite
una y otra vez, “¿Por qué no llama?”,
“Ya no estoy en casa de mis padres ¿por
qué no llama?” se repite cuando los ojos están a punto de eyacular
tristeza. Se dice mientras fuma un cigarro: “Ella
sabe que en un pajarito azul encontrará la verdad de mis palabras” Ella
sabe… ella sabe… Él piensa que el daño puede ser mayor, que estando tan lejos
no puede defenderla, que no quiere más llantos para aquel pequeño lirio de ojos
avellana que ha elegido el lodo para vivir.
Prende un cigarro, la tienda
de siempre, la misma señora, el mismo trato. “Adiós, Señor Adán” le grita la tendera. Un “adiós” que parte la rutina y hace que él reflexione un poco sobre
lo que está a punto de hacer. ¿Es un adiós? Sus pasos siguen hasta llegar a la
estación del tren. Piensa en ella nuevamente, ella probablemente piensa en él,
justo ahora los dos se piensan, sienten las lágrimas del otro, sienten la importancia
del otro y también sienten el rencor acumulado que debería ser destinado a los obstáculos
que se les oponen, pero no. Ellos deciden empezar una guerra de malos
pensamientos, de maldiciones hacía el otro, los dos se creen víctimas, los dos
piensan victimario al otro. Nadie tiene más culpa que el destino que no los
presento antes, nadie tiene más culpa que el miedo, la desesperanza. Eva piensa
que él no la ama, que las palabras se las llevó el viento, que fue cobardía,
que es tan fácil borrarse el amor como se borran las secreciones del cuerpo.
Eva no sabe, no quiere saber. Eva piensa que Adán no sufre, que Adán huyó. Adán
no quiere más dolor para Eva. Adán entiende que cuando no se está preparado, el
mayor acto de amor es dejar ir, y Eva no está preparada. Eva tiene miedo. Eva
se comió la manzana antes de que le dijeran que no lo hiciera. Adán está apunto
de abordar el tren, el último que va al sur. Suda, suda mucho, no es calor, es
dolor, son lágrimas que riega todo su cuerpo.
-¿No hay trasfondo, Eva?
¿Somos imágenes sobrepuestas que presentamos con intención de engañarnos? –
Piensa Adán mientras el tren avanza. –Estás equivocada, amor. Te equivocas y
dejas que hable tu dolor. ¿Piensas que mi corazón es de acero, piensas que no
he llorado, que lo que puedes leer es la verdad, no entiendes tú tampoco el
trasfondo de las cosas? – se repite en un mantra que pretende curar el alma. Él
no supo de la trampa, él pensaba que Eva hablaba, las cartas últimas que le
llegaron, lo hicieron dudar, pero no era el momento, fue el peor momento para
recibir esas noticias, cuando estaba ocupado, cuando lo rodeaba la gente,
cuando tuvo que guardar las apariencias. No pudo hablar. Ella eligió el peor
momento para llamar. Eva cree que Adán nunca fue suyo, que nunca lo sintió. Eva
se equivoca. Adán ha sido suyo desde siempre y lo ha sentido siempre como una
ausencia, como alguien que nace sin brazo pero sabe que le hace falta. Eva lo sintió,
lo ha sentido más que nada en este mundo, por ello el dolor, por ello el
alcohol que trata de dormir la fiera que se ha desatado en sus adentros, esa
que piensa embarcar la luna para llegar al puerto de sus brazos. Eva habla
desde el dolor, Eva ama a Adán. Adán ama a Eva. No pueden ser.
Adán sale del tren, se
dirige a su casa. Quiere llegar pronto para acabar con esto de una vez.
Apresura sus pasos, fuma de nuevo, piensa en Eva otra vez, no puede dejar de
pensar en ella, no puede sacar de su cabeza esas palabras, esas imágenes, se
repite mil veces el mismo guion, trata así de justificar sus actos. Una tristeza
tan profunda solo se puede diluir con un gran placer. Él no pensó volver a
hacerlo, él no pensó que fuera necesario otra vez, pero acaba de perder al amor
de su vida, acaba de darse un golpe de realidad que lo deja moribundo, acaba de
descubrir que el amor nunca es suficiente, que las circunstancias que nos
rodean deciden todo por nosotros. Eva quiere estar con Adán. Adán quiere estar
con Eva. No es suficiente, nunca nada es suficiente. Somos solo títeres de
nuestros actos, cada palabra cada decisión que se toma en la vida nos va acotando las oportunidades,
así llega un momento en que no hay nada que hacer, ves ahí un camino lejano;
ese camino que siempre has soñado, pero ya vas en el tren que te lleva a
ninguna parte, es tarde para bajarte de él, es tarde para tomar otro camino,
solo te dejas guiar hasta el último de tus días con la esperanza de que en otra
vida te vaya mejor.
Adán llega a su casa, cierra
bien las cortinas, las ventas, pone llave a todas las puertas. ¿Qué haces con
la tristeza? ¿Cómo logras sopesar esa carga, ese bocado de saliva pesada que no
resbala? Adán come, así puede soportar el dolor, así esa angustia que siente,
esa desesperación que lo invade, esas palpitaciones que son como agujas en el
corazón, así todo eso desaparece un instante. Él prometió no hacerlo pero ya
está abriendo la puerta secreta que está en la nevera. Acondicionó una pared
falsa para esconder detrás de ella su carne especial, esa que alivia, esa que
cura el alma y los dolores, la que por instantes le provoca mil orgasmos
seguidos que hacen que cualquier pena se entierre.
Adán descongela la carne
mientras se desnuda, llena con cinta adhesiva su cuerpo, las manos, los pies,
su cuello. Pasa la cinta por todas partes hasta parecer una momia. Ahí empieza
a olvidar los dolores y a pensar en Eva una vez más. Si ella supiera cuanto la
ama, si ella pudiera saber que por ese amor que le tiene es preciso tomar
distancia porque ella no sabe nadar y solo así se llega a la luna. Ahora él
solo puede ocasionarle problemas, ahora él solo puede causarle dolor, por eso,
por el amor que le tiene, debe dejarla en paz. Él sabe que cuando las alas
están rotas es peligroso volar, por eso ella tiene que reparar primero sus
alas, porque el viaje será largo, pero debe saber que si la vida lo permite él
la esperará en la luna. Ya descongelada la carne la pone a arder, casi chamusca
el trozo de carne que se va a jambar. Se sienta en la mesa, pone un par de
velas y la vajilla de lujo. La carne está lista, la pone en un plato e intenta
partirla con el cuchillo. Es una carne dura, ya carbonizada en algunas partes.
Adán come el fémur de su primer amor.
Su primer amor murió
intoxicada por no cerrar bien las manijas de la estufa, nadie sabe que Adán fue
al cementerio el mismo día que la enterraron, él fue a rescatar el cadáver de
su cárcel de tierra. Adán encuentra un placer extraño en rescatar cadáveres de
esas oscuras cárceles, ¿Por qué los dejan ahí? Nunca lo ha entendido. Él
prefiere guardarla en la nevera. Es que tanto era su amor por ella que no podía
imaginar que su cuerpo fuera roído por gusanos, que desapareciera en la tierra
sin volverla a ver. Él lavó su cuerpo, besó de nuevo sus comisuras, acarició
sus dedos, besó cada centímetro de ese cuerpo que amaba, hicieron el amor
traspasando las barreras de la muerte y la vida. Después Adán cortó
amorosamente el cuerpo de su amor, besaba cada parte que desprendía del hermoso
conjunto. La guardó para los días difíciles, la dejó ahí, congelada para cuando
la necesitara. Hay amores de los cuales uno no se puede desprender, que a toda
costa los quieres guardar para una eternidad, aunque sea en la nevera. Adán
come un pedazo de su viejo amor para limpiarse las amarguras del nuevo. Cada que
él mastica un pedazo es como si tuviera un orgasmo dentro del cuerpo de su
mujer, romper con los colmillos, deshacer con las muelas es para él volver a hacer
el amor con la mujer que más había deseado en la vida. En estos momentos encuentra
consuelo y parece que todo está bien. A él le gusta ver arder la carne y
lamer los huesos chamuscados. Piensa de nuevo en Eva, pobre Eva, no pudo
guardarla, no pudo mantener su amor. La carne de la nevera se acaba, pronto
necesitará más carne de amor porque los dolores de la vida diaria son muchos. Quizá
Eva también deje las manijas de la estufa abierta, quizá solo en la muerte
puedan amarse ya que la vida se los niega. Quizá al renacer puedan amarse,
puedan pedirle clemencia al destino que en esta vida los presentó tan tarde y
los dejó apenas rayar el amor que merecen. El amor es una continuidad de
dolores y a veces hay que dejar que esos dolores te maten para recomenzar todo
y poder amar. Fue solo un pensamiento el que atraviesa la mente de Adán, mira después al cristo sobre la mesa y le dice: – ni tramo nada, ¿Ya ve? -Adán sabe
que el amor que le tiene a Eva podría matarla, tanto es que la ama que prefiere
vivir sin ella, dejarla ir antes de provocar en ella una muerte prematura. No
quiere comer de ella, quiere verla vivir, aunque sea lejos de él.
Martín Licona.
Me dejaste sin palabras,,, es maravilloso como atrapas la atención en todo momento Muchas felicidades, seguiré leyéndote!!!!!!!!!! :3
ResponderEliminarMuchas gracias por leernos. Aquí te dejo la página de facebook para que le des like. https://www.facebook.com/elaleteardelcolibri . Una abrazo!! :)
Eliminar:9 :9 ya sabes que sí!! Soy fanss!! jijiji
EliminarOjos de luna .... Tu nuevo amor???? quizas!!!! ;) E.L.
ResponderEliminar¿¿??
EliminarNo hagas caso de anónimos, Mary! ya te explico por inbox!! :)
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