El diario de Asterión. Un minotauro en su laberinto. Día 1.
"El diario de Asterión.
Un minotauro en su laberinto".
Día
1.
Por: Martín Licona.
Hace más de treinta lunas le
pedí a Hermes que me regalara hojas y algo con que anotar. Me trajo carboncillo
y un montón de papeles amarillos. Hermes dota de sonidos a mi oído, es el único
que lo hace. Cuatro o cinco frases me suelta, no más, pero si no tuviera el
acto de escucharme y de comunicarme con alguien más, mi cerebro ya habría
abandonado la sana costumbre de comunicar. Me he llegado a preguntar si
realmente soy humano, hace casi seiscientas lunas que no veo mi reflejo en un
espejo. Mi cara será mi cara curtida de yagas, manchas moradas, hambre, vejaciones
y una muerte adelantada. Siento cabello en toda mi faz y no sé si me haya
crecido una cabeza de toro encima de la mía que era de hombre. Hermes [no se
llama así, aquí nadie tiene nombre pero me he dedicado a nombrar, como dios,
todas las cosas y las personas para no perder el lazo que me une a la
humanidad] sopla rumores de afuera, de lo que hay tras estas ruinas. A veces
quisiera que me contara mentiras, que su lengua se envenenara de traición y
dijera lo que sus dioses no le permiten, que sonriera gustoso al decirme que el
sol sale para iluminar y no para quemar los restos de una sociedad tan voraz
que ha terminado por comerse a sí misma. Llegó la hora, según Hermes, y la hora
ha llegado treinta veces, ha pasado de largo dejándome aquí, viviendo la muerte tras este encierro atroz, con el
frío musgo de estas paredes, con la cadena que me amarra a los recuerdos para
no olvidar que fui un hombre, que luché, que intenté y que perdí. Me van a
matar. Hace mucho que lo hicieron pero ahora pararán los ventarrones de
recuerdos que se repiten, las imágenes sobrepuestas que forman vitrales sobre
el piso de esta celda, los parpadeos desesperados que aún buscan despertar de
esta pesadilla.
Estas letras temblorosas
buscarán puerto en sus ojos, usted que es cualquiera, será el cielo de esta
alma condenada en vida al infierno. Imagino que sucede que encontró las hojas
amarillas dentro de una botella que naufragó el mar, imagino que sentirá el
dolor de la búsqueda incesante en un laberinto sin salida y que ello le tocará
el alma, tanto como para buscarle un cabello al sol. De desesperanza me han
vestido aquellos que quise derrotar, me demuestran cada día que la humanidad,
aquella por la que luché y lo dejé todo, es capaz de atrocidades inimaginables.
Es esta la peor de las torturas, más allá del dolor físico, cada que veo placer
en quien me lastima se hiere hondo el alma que entregué. No hay lamentos porque
no hay tiempo de hacerlos. En andares busqué la dignidad, mas con promesas de
falsos horizontes, empecé a quedarme solo. Fuimos muchos e hicimos temblar el
cielo de los dioses que no creyeron nunca que llegaríamos a posarnos frente a ellos,
que tendrían que hablarnos de tú, que recordarían para siempre nuestras miradas
tras las máscaras negras y lisas. Hubo una noche donde parimos el silencio con
el ruido más ensordecedor que haya escuchado esta llanura, hubo un día que no
despertamos. ¿Qué se hace cuando el monstruo se rebela? ¿Qué se hace cuando ese
monstruo no llega solo y entre olvidados y marginados marchan luminosos para
incendiar las estructuras de una mal parida república
verbal? ¿Qué hacen los del olimpo cuando el fuego que ellos regaron está
apunto de treparles los pies? Buscan en el ojal del corazón la debilidad
humana, arrebatan el nervio que hace bombear al corazón.
Él era pequeño la última vez
que lo miré, sus pasos aún eran débiles y su lengua escasa. Estaba recostado y
le cobijaba una manta azul, yo le vi desde el umbral de la puerta. Tan frágil
dormitaba, tan limpio que tuve que enjuagarme el cuerpo antes de tocarlo, mis
manos iban sucias de tierra y sangre. Fue la última vez que su imagen me llenó
los ojos, fue ayer o antier, hace una semana o un mes, diez o quince años, no
recuerdo y no importa, el tiempo se ajusta para enfundarte en laberintos
eternos o fugaces según sea el goce o la desdicha, y debería medirse solo en
recuerdos y olvidos. Yo aún recuerdo su carita limpia, sus ojos grandes [más
grandes cuando me veía], brillantes de tanta esperanza acumulada. Sonreía,
siempre sonreía ¿cuánta inocencia cabía en su sonrisa? Él no sabía que afuera
el mundo se desmoronaba, que nos perseguían, que querían apagar con nuestra
sangre el incendio que yo había desatado. Soltaba de sus ojos canicas de agua
cuando mis pasos me apartaban de él hasta por meses y después de mi abandono,
después de alejar mis brazos de él, a mi regreso no había reproche, solo
encontraba el acto desbordado de un abrazo. Él confiaba en mí, confiaba como
nadie lo hizo, entregaba entonces su mano y se dejaba guiar hasta donde mis
botas quisieran, me daba su vida y caminaba a mi lado, el guerrillero más
pequeño, iba labrando camino a mi lado, ver su mirada postrada en el horizonte
me recargaba la esperanza, las ganas de luchar por un mundo mejor. Él lo
merecía, merecía crecer entre olivos y aguas claras, con la libertad prendida
de su espalda, mi querido Eros, él merecía la dicha de una tierra justa. Aún
ahora cierro mi puño y espero encontrar la esponja de sus manos, espero sentir
sus deditos sudados, su inquietud que jalaba por las ansias de descubrir la
vida, sus pasitos cortos acoplándose a la vida. Su recuerdo vino conmigo a esta
celda, su sombra aún juega y ríe en mi laberinto.
He estado aquí más días de
los que pude contar, rodeado de tabiques verdes, pegado al hierro de la puerta
que por las noches devela a Cancerbero para no dejar salir ni a mi pensamiento.
Camino por los pasillos de los recuerdos que forman mi laberinto, de vez en vez
viene un canario a la rendija por donde el mundo me escupe una mancha de su
mañana, ahí se para y canta. Muchas veces le he pedido que vaya y busque a mi
hijo, que le diga porque su padre no puede estar con él, porque partió para
siempre, porque su abrazo extendido se quedó esperando mi cuello para enredarse
y treparse a mí. Pero nunca ha querido ir, me mira con sus ojos que son como
dos gotas de jerez, canta, picotea sus alas y vuela. No sé nunca si regresará
pero siempre regresa.
Hermes me ha traído la premisa de mi muerte, solo le he pedido que me deje escribir estas letras, que me permita contar mi historia y arrojarla al mar de la vida para que lleguen a las manos de mi hijo. Me dio solo diez lunas y diez hojas para que pudiera escribir. Ahí tendré que amotinar mi historia y esperaré que mis letras lleguen hasta donde mi hijo ríe y canta, la vida me debe esa casualidad y sé que algún día él sabrá la historia de Asterión, su padre.
Hermes me ha traído la premisa de mi muerte, solo le he pedido que me deje escribir estas letras, que me permita contar mi historia y arrojarla al mar de la vida para que lleguen a las manos de mi hijo. Me dio solo diez lunas y diez hojas para que pudiera escribir. Ahí tendré que amotinar mi historia y esperaré que mis letras lleguen hasta donde mi hijo ríe y canta, la vida me debe esa casualidad y sé que algún día él sabrá la historia de Asterión, su padre.
Tanto es que te quierooooo!! :D eres el mejor del mundo mundial!!!!!!!!!
ResponderEliminarte quiero :)
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