En un rincón de mi alma // Un cielo para los perros
Un cielo para los
perros.
Por: Martín Licona.
Existe un cielo para los
perros. Lo supe ayer mientras me preguntaba por el paradero de los caninos amigos
que en los años he perdido. Tuve una anunciación, un momento de suprema
iluminación, un satori, instante de verdad absoluta. Fue cuando miré por el
vidrio de la puerta y vi un bulto blanco del otro lado. El bulto distorsionado
claramente estaba en cuatro patas mirando hacia la puerta. De momento pensé que
era aquel cubito panzón y peludo que tenía un parche negro en el ojo y una
mancha en el lomo, la cual le bautizó como: Manchas y que venía llegando de uno
de sus acostumbrados paseos nocturnos, después recordé que Manchas lleva meses
viviendo en una cajita, convertido en cenizas y recuerdos. Entonces ¿qué era
aquello que miraba la puerta y esperaba que le abrieran? Me asomé por debajo recargando
la cara en el suelo y cerrando un ojo para enfocar. Encontré tras la puerta
unos ojos que también se acomodaron para mirarme, eran los ojos de un gato
blanco con un parche negro en el ojo. La vida es un continuo trasmutar, lo que
de pronto es una oruga termina mariposa, lo que antes era un amor ahora es un
olvido y muy probablemente lo que antes era perro ahora es gato. No podría
afirmar tal noticia pero al momento de verlo entraron a mi mente destellos de
imágenes y diálogos que se instalaron de inmediato en la memoria para hacer el
efecto de haber sido aprendidos mucho tiempo atrás.
“Ahí no hay San Pedros ni
llaves. Ahí todo mundo entra, no hay perro que merezca el infierno, ni dios
perro que lo juzgue.”
Esa frase se quedó en mí y
de inmediato se convirtió en una máxima. El gato tras la puerta se dio la
vuelta y se marchó pero me lo dijo todo con tan solo mirarme. Entonces supe,
como sabemos que si llueve te mojas, que existe un cielo para los perros. Ahí
se encuentran los que aquí estuvieron vivos y los que compartieron historia los
reciben moviendo la cola como el péndulo de un reloj antiguo, con esa serenidad
y solemnidad a tope, con esa alegría elegante y calmada.
En ese cielo las nubes no
son de algodón, las nubes están hechas del mismo material del que están hechas
sus huellitas y por ahí se pasean unos tapetes roídos y viejos –como les
gustan- que tienen la función de trasportar a los perritos, mientras se lamen, hasta
los manantiales o las praderas, o las albercas de lodo donde suelen revolcarse
los domingos. Ellos salen a pasearse solos y no hay cadenas que les jalen del
cuello. No hay necesidad de una guía cuando no importa a dónde vas. Ellos no se
pasean porque necesiten llegar a algún
lado, ellos salen para llenarse la nariz de olores o para babear las banquetas.
Tienen parques de mil pastos para comer y en forma de bebederos, un sin fin de
pies que pueden lamer hasta cansarse. En estos parques no existen incómodos
letreros que los censuren cruzando la silueta de alguno de ellos con una franja
roja. Entiéndase bien que los perros también defecan en el cielo pero la mierda
solo se encuentra en la tierra.
Ahí todos los perros tienen casa. Los afortunados que en vida tuvieron un hogar, en el cielo se repite en
replica exacta para que no extrañen los sillones ni los rinconcitos donde
solían echarse cuando estaban vivos. Todas las casas del cielo están abiertas para
aquellos a los que este mundo marginó y los aventó al terror de la calle
teniendo que sortear siempre la bestialidad humana, así que ahí no hay perros
de la calle porque la calle es de los perros y ellos andan libres y felices echándose
a cada rato en la banca de un parque o bajo la sombra de un árbol. En ese lugar
lo perros juegan a morderse con otros perros, a corretear su cola o la cola
ajena, hay millones de pares de zapatos que pueden destruir una y otra vez sin
ser reprendidos. En las tardes siempre cae una tormenta de burbujas de jabón que divertidamente destruyen y de vez en
cuando alguna les sorprenden reventándoles en la nariz o en medio de los ojos.
Basta que el perro sienta hambre para que en ese momento aparezca frente a
ellos un buen corte de carne sin guarnición. Encontrarán siempre arbustos de
helados, galletas y un sinfín de golosinas
escasas para ellos cuando estaban vivos. Hay también ríos interminables donde
toman agua, algunos tienen sabor a agua de retrete o de charco o de lluvia. Los
viernes en la noche asisten a un espectáculo de pulgas bailarinas, en donde
ellas bailan el lago de los cisnes, y es que, cuando un perro muere se lleva
sus pulgas pero al llegar al cielo se vuelven amigos inseparables. Cuando hay
fiestas les gusta sostenerse en dos patas sobre la barda de un puente y ver
desde lejos los fuegos artificiales, claro, en el cielo de los perros los cohetes no hacen ruido solo iluminan.
Pero no todo es felicidad en
el cielo de los perros, ellos también extrañan. Nos extrañan, extrañan la
rascada en sus pancitas tibias, extrañan las palmadas en lo plano de sus
cabezas, los besos, las caricias, los masajes en sus patitas, extrañan las
canciones sin sentido que les cantamos, los apodos y mil variaciones de sus
nombres. Extrañan los regaños seguidos de abrazos y risas, extrañan la comida
por debajo de la mesa, el compartir el pan con mantequilla y las galletas.
Extrañan mover la cola al vernos llegar, ellos nos esperan siempre, quieren sentir de nuevo esa alegría que les desborda su peluda
existencia. Yo también los extraño, extraño a la bola negra que cojeaba de un
pie, extraño al jarrón de miel que usaba guantecitos blancos en las patas, a
veces creo que solo salieron a dar un paseo y que en algún momento veré
aquellos tres pelambres tras el cristal, que escucharé de nuevo sus garras
raspando el vidrio para avisar que ya llegaron y ahora seré yo quien les mueva
la cola, quien salte en los sillones, quien no sepa cómo decir mi alegría y
termine ladrado, aullando u orinándome de tanto gusto acumulado.
Sé que allá están bien, que allá no hay calles ni avenidas peligrosas, no existen las envidias, ni los malos tratos, no está la idiotez humana que le pone precio a los peludos, que hace categorías y razas, que marca en precio la finura, que abandona cachorros por pensar que son juguetes, no hay patadas, ni autos, ni llantas que quiebren caderas o patas, no hay balas, ni llamas, ni estómagos dañados por clavos o venenos, no hay nada del infierno para perros que hemos construido. Sé que están bien, que ahí el pulmón de Manchitas no está perforado y que se puede mover como antes, como cuando saltaba a mi cama para despertarme a lengüetazos, sé que ahí Tomasa no tiene su patita doblada y su estómago funciona de maravilla, sé que ahí Roberto está joven y no lo tienen que cargar para moverlo de lugar, sé que ahí están los tres esperando recibir a Ramona y a Luna y a los perritos que vengan y que junto a ellos están todos aquellos peludos que le han alegrado el día a alguien, que los han acompañado en la tristeza. Sé que cuando me llegué el momento ellos me estarán esperando en la puertas del cielo, pero no el cielo de un dios que tiene rejas y portero, y que además se reserva el derecho de admisión, ellos me esperan echados panza arriba con las patitas dobladas esperando que mi mano les rasque otra vez su pancita, ellos me esperan en su cielo, porque yo… yo me he ganado el cielo de los perros.
Sé que allá están bien, que allá no hay calles ni avenidas peligrosas, no existen las envidias, ni los malos tratos, no está la idiotez humana que le pone precio a los peludos, que hace categorías y razas, que marca en precio la finura, que abandona cachorros por pensar que son juguetes, no hay patadas, ni autos, ni llantas que quiebren caderas o patas, no hay balas, ni llamas, ni estómagos dañados por clavos o venenos, no hay nada del infierno para perros que hemos construido. Sé que están bien, que ahí el pulmón de Manchitas no está perforado y que se puede mover como antes, como cuando saltaba a mi cama para despertarme a lengüetazos, sé que ahí Tomasa no tiene su patita doblada y su estómago funciona de maravilla, sé que ahí Roberto está joven y no lo tienen que cargar para moverlo de lugar, sé que ahí están los tres esperando recibir a Ramona y a Luna y a los perritos que vengan y que junto a ellos están todos aquellos peludos que le han alegrado el día a alguien, que los han acompañado en la tristeza. Sé que cuando me llegué el momento ellos me estarán esperando en la puertas del cielo, pero no el cielo de un dios que tiene rejas y portero, y que además se reserva el derecho de admisión, ellos me esperan echados panza arriba con las patitas dobladas esperando que mi mano les rasque otra vez su pancita, ellos me esperan en su cielo, porque yo… yo me he ganado el cielo de los perros.
me ha encantado, tienes toda la razón!! nuestros amigos no se extraviaron... te dejo un poema que le escribí a un perrito callejero peruano, un saludo!
ResponderEliminarhttp://novoyasermenos-isolda.blogspot.co.uk/2012/06/pan-de-hormigas-con-lomo-fino.html
Muchas gracias!! Muy bueno el poema, saludos hasta Perú!!
Eliminar¡Meu Deus! Qué cosa tan maravillosa ha escrito usted. Muchas gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias a usted por leerme!! Un honor, besos.
EliminarYa llore y llore y llore..esta hermosos y siempre he creído que todos los perros que rescatado y que me han acompañado en i vida..me están esperando ahí y ahi es donde yo quiero ir cuando muera,solo ahi
ResponderEliminarAhí están esperándote. Que bueno que te movió, de eso se trata la literatura, de explorar emociones y traer recuerdos. Saludos.
Eliminarme has hecho recordar a Roshi,al firulete, a la deisy y los demas, tambien a mis gatas
ResponderEliminarRecordar es volver a vivir... Saludos!!
Eliminar:') Hermoso de verdad. Sólo espero conocer ese cielo.
ResponderEliminarAhí nos estarán esperando nuestros peludos amigos!! :')
EliminarHe leido por lo menos cinco veces este articulo y las cinco veces he terminado llorando. Cada que lo leo me vuelve a mover todos los sentimientos y a reafirmar que los perros son los mejores seres humanos que existen. Gracias por este maravilloso pasaje, gracias por esos sentimientos que nos genera en cada lectura. Dios, el de los perros, los cuide y los bendiga siempre
ResponderEliminarGracias, yo escribí esto llorando a mares y ahora cada que lo leo vuelvo a llorar. Creo que es un texto que escribí con la más profunda sinceridad, con todo el corazón, además porque estaba superando la perdida de un amigo peludo. Hoy me dio por leer de nuevo este escrito y volví a llorar como cuando lo escribí. No puedo describir todo lo que me dejaron esos peludos!!
EliminarGracias por escribir esté articulo, trajo consuelo a mi corazón y a mi alma, hoy partio a ese cielo una de mis perritas"susi" de tres años, buscaba algo que me dejará saber que susi está bien y lo encontre en sus palabras, se que la voy a volver a ver a ella y a mis demás amigos de cuatro patitas, ... ¡que van a estar esperandome!... ¡pero como duele la partida de un amigo!
ResponderEliminarLamento mucho tu pérdida y precisamente para eso escribo, para tratar de ayudar en algo y traer un poco de consuelo. Allá van a estar esperando todos esos amigos de cuatro patas!! Ellos están bien en el cielo de los perros. Saludos.
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