En un rincón del alma // Palabras del poeta a su amada.
Palabras del poeta a su amada.
Por: Martín Licona.
Te vi de lejos y tu silueta
iluminando. Comprabas un cigarro en el puesto de periódico donde quedamos de
vernos aquella noche. De pronto todo se detuvo, impávido me dejó el olor de tu
vida en la que ya no estoy. La sola imagen de tus años cargados sin mí, me
trajo de nuevo tu voz susurrante a mi oído.
- ¿Qué andas haciendo,
poeta?
- Olvidándote.
- ¿Cómo?
- Enamorando fantasmas.
- Macabro tu juego de
inventar virtudes, tienes el don de halagar hasta a las piedras y solo para
presentarles después su sangre.
- Las piedras también hieren
y los fantasmas asustan.
- ¡Ay, mi poeta!
justificando siempre tu sed, tus ganas de quemarlo todo y que todo se vaya al
carajo de una vez.
- Tú me dejaste esa sed, no
soy más que el aborto de tu ausencia.
- Poeta, mi poeta, mi
poeta... no te dediques a remendar corazones. Tú no reparas; tú destruyes,
llenas de caos, agitas, inquietas, raspas. Tu amor es un mar de fuego
embravecido; adictivo, encantador, doloroso y destructivo. No arrastres tu
letras, poeta mío. Nunca fuiste solución, siempre fuiste causa y conflicto.
Prendiste tu cigarro y te
fuiste sin mirarme, sin saber que aún existo, diciéndome todo esto con tu
espalda, apaleándome y al tiempo regresándome al camino, como quien pone de
nuevo en vías a un descarrilado trenecito. Me dejaste de nuevo con los ojos en
agua y las piernas temblantes. Sabiendo que mi libertad se fue contigo, que soy
un condenado a muerte, a una muerte sin ti, a la muerte de tu olvido.
Amada, mi amada, a nadie he
de amar más que a ti, porque nadie tiene esa capacidad de destrozarme sin tan
siquiera mirarme.
Es usted grandioso, así, con cada letra.
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