Colecciones III - "Pincel".
Colecciones
III - "Pincel".
Por:
Martín Licona.
¿Cuánto
tardará mi caricia en hacerte una mano, que me tome el pecho tosco y me lleve
suave a recorrer un mundo blanco? Hace días que no vienes, me dejaste la cabeza
en mar y mi cabellera se aburrió de tanto viento. Me miras por sobre tu hombro como
no mirándome, andas desnuda inventándole belleza al mundo. Esta ventana de
prados en nieve te reclama, te manda miradas que son como lengüetazos en la
sombra de tu oreja y tú quieres correr, con tu firme piel que no se rinde, para
llenarnos la vida. Quieres saltar por esa ventana al pozo de tu más profundo
misterio, cogerme a puño cerrado e inventarte caricias que construirán tu
mundo.
No
te atreves a venir y me aburre la espera. Te veo jambándote las tardes en un
pocillo de nostalgia cafetera y las noches se te van de vino y de ese llanto
que no espera. Me quema el frío de esta venda de metal que se hizo para tus
manos, y que sin ellas, es solo invierno entre mi cuerpo de madera y mi
abultada cabellera. Estoy enmoheciéndome en tus dudas y ni siquiera un vestido
de ocres me das para pintar tu árida ausencia. ¿Dónde fuiste corazón de piedra?
¿Quién vendó tus manos para quitarte primavera?.
Cuándo
lloras de tan seca que te encuentras, se viene a mí la noche fresca de aquellos
días cuando nos llenábamos de horizontes y con tu mano me cargabas y el viento
que rompía mi sangre de colores. Que bella manera teníamos de cambiar el mundo,
de destruirlo todo y recomenzar, que maravilla la de tus manos sueltas como
alas metiendo al cosmos en la pupila de una dama, que ondular de cuerpos
nadando en lo profundo del cobalto, que manera más pura de prestarme tu alma y encender
el interior de tu mirada.
Será
que no queda nada, que te pudres como un árbol seco que sostiene grietas de
cielo y yo te miro desde la angustia de
mis sueños, recostado sin poder moverme, fruto seco, olvidada oscuridad de un
recuerdo. Te grito para que vengas a mí, para que me empuñes, para que cabalguemos
nuevas tierras y si te hace falta una montaña para andar; ven a mí con el verde
de sus prados y si te falta un corazón ven a mí, que yo lo pinto de magenta.
¿Quién fuera esa lágrima que se escurre en tu mejilla? para pintarte un camino del negro humo que escurre tu belleza. No te has dado cuenta que soy la soledad que te despierta y si yo pudiera con la punta afilada como una flecha, dibujaría una flor sobre ese corazón trémulo de amargura vieja. Si yo pudiera, si me prestaras tus manos, yo pintaría, pintaría una sonrisa sobre tu tristeza.
¿Quién fuera esa lágrima que se escurre en tu mejilla? para pintarte un camino del negro humo que escurre tu belleza. No te has dado cuenta que soy la soledad que te despierta y si yo pudiera con la punta afilada como una flecha, dibujaría una flor sobre ese corazón trémulo de amargura vieja. Si yo pudiera, si me prestaras tus manos, yo pintaría, pintaría una sonrisa sobre tu tristeza.
El ritmo de tus palabras en mis ojos humedecidos, como oleaje que moja mis suaves arenas. ¡Es usted grandioso!
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario, sólo soy un humilde escritor que no hace nada más que escribir porque para eso he nacido. Es una fortuna y un halago que a usted le guste lo que hago. Abrazos.
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