Colecciones V - "Ventana"
Colecciones V – “Ventana”.
Por: Martín Licona.
Ayer te miré cuando jugabas
a encontrar el silencio escarbando en el cuerpo de una dama, te miré sonriente
y jadeante; felicidad compartida en el sudor. Antes de comenzar el calvario del
polvo a tu nariz, de tu carne dentro de otra carne, de tus frenéticas risas de elepé
rayado, yo quise regalarte una pintura de estrellas con luna, pero decidiste no
mirarme y en cambio cerraste mis pliegues de tela, mi prisión de cristal. En mi
boca te guardo un secreto, nocturno aliento de un fresco rumor, para regalártelo
al día y presentarte un sol. Ayer no me clavaste la mirada ni penetraste mi
umbral con el hilo rizado de un cigarro, no acudiste a mi descanso y yo que tenía
un mundo para ti.
Todo fue rápido como el
fluir de un río embravecido, engañaste a tu soledad con los besos que compraste
pero el amor no aniquila el lodo que duerme bajo el colchón de tu piel. Te
llegó la realidad estampada en lágrimas y murmurabas palabras que danzaban en
la oscuridad que provocaste. Caminabas sin sentido de un lado a otro pero ninguna
de tus improvisaciones te llevó a mí. Tus manos temblorosas por tantas
estrellas machacadas que inhalaste en el buró, no lograban detener la lluvia de
tu cara; desencajado retrato libre de cualquier esperanza. Las horas te pasaron
mientras tú las recibías, una por una, sin mayor palpitación, como una madeja
de polvo acorazada en un rincón.
La mañana me llegó tibia y
yo la traía para ti como un desayuno fresco, ansiaba que vinieras a
descubrirme, a desnudarme para acariciarte con los rayos del sol, para soplarte
en la cara la frescura de un nuevo día, para que escucharas el canto de los
gorriones bajo mi pecho de paloma, el sonar de los vehículos, de los tacones
por la avenida, del niño que se niega con pereza al llamado de la escuela, te
quería presentar la vida detrás de la cueva que te empeñas a ver como si fuera
el mundo. No quisiste verlo, me abriste con desgano, con furia, con olor a tristeza,
fuiste por el cinto y en un giro que no comprendí, terminaste suspendido en el
aire con la mirada fija en mí. Parecía que volabas, tus pies no tacaban el
suelo y tus manos se escurrían por tu cuerpo. Tus ojos ya sin brillo se clavaron
en mí como queriendo alcanzarme y con ello alcanzar la libertad.
Abre tu mente, busca dónde
te quedaste la última vez, nada ha de pasar, tu cuerpo hace días que dejó de
oscilar. A veces pareciera que me sonríes con tus labios ya morados, yo desde
aquí te observo con el paño en mi cara de cristal que no provocó el sereno de
esta mañana, sino la nostalgia de verte tan quieto y tan mudo como un barquillo
de papel en la inmensidad del mar. No quisiste ver tras de mí, no supiste ver
el universo que yo traía en la espalda. Ahora hecho un suspiro de atragantadas
noches, no me quitas la mirada, casi sonriente, feliz, libre por fin de la
prisión de tu mente. Yo quisiera cerrarme para siempre y guardar en una imagen
tu vuelo suspendido, tu serena levedad, el doloroso sarcasmo de tu inútil
muerte.
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