Observaciones citadinas I "El beso"

Observaciones citadinas I

"El beso"

Por Martín Licona

Ayer, cuando caminaba por el centro histórico de la ciudad de México, empezó a llover a cántaros, hasta granizo cayó. Nunca le huyo a la lluvia, así que seguí caminando y pensando en aquello que me había zumbado todo el día en el cerebro como si tuviera en la cabeza un panal de abejas. Pensaba en la matanza de Gaza, en Israel bombardeando Palestina, en Hamás, en los niños que mueren, en el avión de Malaysia airlines y todos los muertos que dejó; incluidos los científicos con grandes avances en la cura del SIDA. Pensé también en Ucrania, en Rusia y en el premio Nobel de la Paz: Barack Obama. Pensaba en México y sus estúpidas reformas estructurales, en el Distrito Federal y el gobierno fascista de Mancera; la imposibilidad de circular con tu vehículo viejo, los nulos beneficios que ha traído el aumento del metro, la línea dorada, los ciclistas muertos, la violencia, el narcotráfico, la pobreza, la desigualdad... y de pronto los vi, ahí estaban escurridos, arrinconados en un pilar del Palacio Postal, una pareja de jóvenes amantes. Ella lo cubría a él con una chamarra que ocupó como cueva, él se abrazaba al cuello y cintura de ella, reposaba su cabeza sobre el pecho de su amada. Ambos reían a carcajadas, de nada les servía su improvisada guarida, estaban empapados y el agua les caía como cascada. Podían haber corrido al metro que está a una cuadra o pasar la calle y meterse al Sanborns, pero no, ellos estaban jugando a protegerse. Sabían que estar juntos en aquel momento y en aquel lugar era una pésima idea, pero era su momento y su lugar y no podían hacer nada más que estar juntos, pese a la lluvia y pese al mundo. Los vi besarse con tal ternura que por un momento parecía que la lluvia era de flores. Cuando pasé junto a ellos, con los labios apretados, dije: ojalá nunca dejen de besarse. Y es que quizá sólo en algo tenga razón Octavio Paz: "si dos se besan el mundo cambia".